Francisco: pescador y armador

 

  • Yo ya estoy jubilado pero sigo saliendo al mar, ahora por placer como pescador recreativo. Desde los quince años soy pescador y también lo fueron mi padre y mi abuelo. Si volviera a nacer sería pescador de nuevo, pero no empezaría a los quince sino a los diez.
  • Mi barco ahora lo tienen mis hijos; los cuatro varones viven de la pesca y con el barco se ganan la vida; viven de ellos mismos y de su esfuerzo y no dependen de nadie, sino de la mar. No quieren otro trabajo.
  • Cuando era costero, cuatro de mis cinco hijos, incluida la única niña, nacieron estando yo embarcado. Avisaban por radio al barco y me daban el recado de que había sido padre. Cuando la hembra, recuerdo que al llegar a tierra corrí a comprobar que no se habían equivocado y que por fin tenía una niña; lo celebré por todo lo alto hasta bien entrada la noche.
  • Dos veces me he caído al mar pescando y me han salvado mis compañeros, porque yo no sé nadar. Una vez fue en la zona de Mogán, cogiendo atunes, eché la caña y el bicho que picó era tan grande que tiró de mí y al agua. La otra vez fue tratando de pescar un atún de sesenta o setenta kilos entre tres, los tres tirábamos de la caña y el bicho nos tiró a dos al agua.
  • He tenido 5 barcos, cada uno un poco mayor que el anterior: el Virgen del Carmen, de 7 metros; el Matilde Déniz, de 9 metros; el Angelita, de 12 metros; el Cooperativa Naval, de 15 metros y el Paquita Pérez, de 18 metros. Este último es el que ahora tienen mis hijos.
  • Mi barco de 9 metros, el Matilde Déniz, era conocido como “el rabito” porque tenía dos proas. La popa y la proa tenían forma de punta y los moganeros, que fueron los que le pusieron el “nombrete”, decían que tenía proa y rabito. De ahí que algunos me llamen también a mí “El Rabito””.
  • Recuerdo una noche que cogimos un tiburón que era como un diablo. Estuvimos más de dos horas luchando con él y cada vez que lo acercábamos al barco se llevaba un “bichero” o rompía algo. Volaba por encima del agua y nosotros manteníamos la “liña” con fuerza para que no la rompiera. Cuando conseguimos matarlo y lo subimos al barco, con ayuda de otro barco porque solos no podíamos, vimos que era del mismo largo que el barco ¡¡¡ siete metros!!! . Aquel bicho pesaba más de quinientos kilos.