José Gabriel: marinero del barco “Río Nilo”.

 

  • Este es un trabajo de “acción/reacción”; nunca puedes parar. En el mar estás en peligro constante por lo que, siendo dos en el barco, tienes que estar siempre en guardia y pendiente de cada detalle.
  • Nosotros somos tres: mis dos hermanas y yo. Ellas nunca se han interesado por el mar como profesión pero ni mi padre ni yo lo hemos fomentado porque es un trabajo muy duro.
  • En una embarcación como la nuestra, de 12 metros, estás a “ras de agua” por lo que cuando te enfrentas a un problema es muy distinto que si lo haces en un gran pesquero, en el que casi ni te mojas. Aquí es todo muy intenso y requiere reacciones rápidas; ante un problema, las discusiones y los enfados no solucionan nada.
  • Soy ingeniero técnico de Obras Públicas, terminé mis estudios porque formarse es importante. Me gusta y hago proyectos relacionados con instalaciones pesqueras, pero mi vocación verdadera es el mar.
  • Desde los 4 añitos salía de paseo en el barco con mi padre y ya ahí empecé a aprender. Miraba todo lo que se hacía en el barco y soñaba con poder hacerlo yo algún día. Para mí, los marineros eran como dioses que hacían cosas maravillosas, los admiraba y quería ser como ellos. Observaba, aprendía y cuando me daba cuenta yo también estaba haciendo cosas en el barco.
  • Yo no dejo el mar por un trabajo de ingeniero. Cada día en el barco eres alguien, eres tú mismo lo que tienes depende de ti. En una empresa de ingeniería eres un número más. Donde realmente estoy a gusto es en el mar.
  • Mi mejor día en el mar es el que me permite disfrutar de los resultados del trabajo bien hecho. Recuerdo con especial alegría una ocasión en que teníamos una zona llena de bollas todas enredadas y nos pasamos una semana desmadejando aquel lío, ese esfuerzo físico era tan brutal que uno de esos días casi hasta me desmayé. Dejamos todo perfecto y gracias a eso, a los pocos días cogimos allí mismo muchísimos “jureles”. Sin ese trabajo bien hecho, no habríamos pescado casi nada.
  • Cuando estudiaba la carrera, salir al mar un rato era la mejor manera de olvidarme del estrés de los exámenes. Un día de esos que descansé de estudiar y salí al mar con mi padre y mi tío cogimos tres nasas con 700 kilos de pescado.
  • El viento cuando sopla fuerte puede llegar a asustar. Una vez, tendría yo 15 o 16 años, fuimos a Veneguera a coger carnada y a las 11 o 12 de la noche volvíamos a Agaete con un temporal tan grande que yo “oía el viento hablando”, parecía una voz.