Qué hacer

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La mañana es el mejor momento para esperar la llegada de los pescadores en sus barcas. Junto al muelle están las instalaciones de la cooperativa de pescadores, donde podrás ver cómo se compra y vende el pescado fresco. Desde el muelle se descargan las capturas que se envían a la lonja, y sus canales de comercialización nutren de pescado fresco a pescaderías y restaurantes.

Acércate al recinto de la cooperativa y pregunta si el maestro carpintero de ribera está en su taller. Te explicará cómo, después de pasar por sus manos, la madera se transforma en un barco. Tallando, clavando y sellando las piezas, el resultado de su trabajo es una espectacular embarcación lista para surcar el océano.

Todo el barrio es pintoresco, con sus estrechas callejuelas desembocando en el mar. Y es que la vida marinera está presente en cada rincón. Al pasear, fíjate en los nombres de las calles. ¿Por qué no jugar a descubrir el significado de cada uno? Pronto adivinarás el secreto que guardan esos nombres.

A media mañana recorre la avenida en dirección a la conocida como “torre del Castillo” de San Cristóbal. Es un paseo recientemente restaurado que se ha convertido en uno de los más frecuentados de la ciudad. Disfruta del oleaje contra las rocas tomando un café en uno de los muchos locales que hay. Pasear por la avenida de San Cristóbal contemplando su torre en primer plano y el puerto de La Luz al fondo bien merece la visita.

Pero también se disfruta de la brisa que traen los alisios, y de la belleza del mar rompiendo sobre las rocas. Son múltiples los establecimientos en los que tomar un refrigerio o calmar la sed. Y al final del paseo, hacia el muelle, la playa de La Puntilla, junto a la cofradía, acoge en sus arenas rubias a las familias del barrio que en los momentos de relax disfrutan, por supuesto, del mar.

Por la tarde, a la puesta de sol, la marea baja trae un paisaje completamente nuevo. Las rocas, de origen volcánico, emergen con sus caprichosas formas. La rompiente se relaja, y los habitantes del barrio aprovechan para pescar a caña desde la orilla mientras los niños corretean disfrutando de las últimas horas del día.

La paz del ocaso tiene en San Cristóbal su propio refugio secreto. Vive el privilegio de formar parte de él.